Cuarenta años después, La Parada ha dejado de funcionar, cerrándose, así, un negro capítulo de la historia de Lima. Las circunstancias en torno a este hecho han desnudado los intereses de los diversos actores que intervinieron o usufructuaron del anacrónico sistema de comercialización del Ex Mercado Mayorista de Lima.
En primer lugar es indudable que la decisión de cerrar La Parada ha sido fruto del coraje de Susana Villarán y su gestión. Para tomar esta decisión la gestión municipal valoró, sobre todo, los intereses de Lima y el conjunto de sus habitantes. Se conocía el alto costo político que iba a tener en los primeros momentos, pese a ello se continuó. Los diagnósticos sobre La Parada indicaban que era un lugar con una alta concentración de intereses, ligados a una amplia red de miles de comerciantes que se extendía a toda Lima, (solo los estibadores eran más de 6,000 personas). Por lo tanto, cualquier cambio iba a generar resistencias luego de décadas de funcionamiento. Eso era previsible, pero no en la magnitud que luego se demostraría con los hechos que todos conocemos (revocatoria, muertes, vandalismo, resistencia, ataque de los medios de comunicación).
En primer lugar es indudable que la decisión de cerrar La Parada ha sido fruto del coraje de Susana Villarán y su gestión. Para tomar esta decisión la gestión municipal valoró, sobre todo, los intereses de Lima y el conjunto de sus habitantes. Se conocía el alto costo político que iba a tener en los primeros momentos, pese a ello se continuó. Los diagnósticos sobre La Parada indicaban que era un lugar con una alta concentración de intereses, ligados a una amplia red de miles de comerciantes que se extendía a toda Lima, (solo los estibadores eran más de 6,000 personas). Por lo tanto, cualquier cambio iba a generar resistencias luego de décadas de funcionamiento. Eso era previsible, pero no en la magnitud que luego se demostraría con los hechos que todos conocemos (revocatoria, muertes, vandalismo, resistencia, ataque de los medios de comunicación).
Es importante también subrayar que el cierre de La Parada pone en alto la urgente necesidad de imponer el principio de autoridad. En una ciudad donde la informalidad y el caos son la moneda diaria, la Municipalidad de Lima ha dado un claro mensaje de que no va a claudicar en su labor de hacer respetar las leyes que permitan hacer de Lima una ciudad para todos. Ha sido importante en este aspecto el papel jugado por el Ministerio del Interior, el Ministerio de Salud y la Fiscalía que han actuado de manera conjunta en beneficio de la ciudad. Ahora se ha derrotado a las mafias de La Parada luego siguen las mafias del transporte. Creemos que ya están avisados.
La clausura de La Parada también ha permitido desnudar el vergonzoso papel de algunos congresistas que atendiendo a sus propios intereses electorales han dejado de lado los intereses de la ciudad de Lima. La citación al Congreso para que Susana Villarán de explicaciones sobre la clausura fue promovida por los parlamentarios Lescano y Rosas quienes trataron de interferir en la labor de la Municipalidad de Lima. Y más lamentable ha sido el papel del ex juez Malsón Urbina que demostró el tipo de administradores de justicia que existen en el Poder Judicial.
Otro actor privilegiado que ha intervenido aparentemente sin ningún interés al respecto ha sido El Comercio y los medios de su entorno. En el momento más duro de la confrontación con los dirigentes de La Parada el diario Perú 21 lanzó la “denuncia” sobre el préstamo a Susana de la Caja Municipal. Rara coincidencia.
Pero aún la batalla no ha terminado; sin embargo, Susana y su gestión ya dieron la señal más importante de la voluntad política de enfrentar decididamente los problemas más graves de Lima. Y por ello cobra mayor sentido el lema: Lima no puede parar.
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