Han bastado sólo dos meses de la nueva
gestión Castañeda para constatar que estamos ante una grave quiebra en un
conjunto de reformas y políticas importantes para Lima y que requieren continuidad
y compromiso político con visión de futuro. Cuando nos tocó asumir la
gestión de Lima, en el año 2011,
encontramos problemas, y algunos muy serios, provenientes de la gestión
anterior, pero no se nos ocurrió empezar a destruir todo lo hecho sin importar
los intereses de la ciudad.
El Metropolitano que heredamos, esquema
que Castañeda tomó de Andrade (no fue su propuesta, ¿recuerdan?) estaba
en
grave riesgo operativo y financiero. Los estimados de demanda que se
habían usado para negociar los contratos con los operadores
sobre-estimaron la
demanda en 600 mil viajes, cuando la realidad era que el nuevo sistema
apenas llegaba
a 300 mil. Pese a esa grave deficiencia de origen, lo responsable era
continuar con este esquema por su alto valor para Lima. Así lo hicimos,
se
retiraron las rutas que debían retirarse, ampliamos estaciones y se
culminaron obras complementarias y diversos servicios adicionales en
favor de los
usuarios. El Metropolitano, con mucho esfuerzo y apoyo municipal,
duplicó
sus viajes en los primeros tres años de nuestra gestión y así fue
posible
seguir adelante con este elemento clave de la modernización del
transporte.
Pero todos sabemos que el Metropolitano puede
atender a sólo un 5% de los viajes de Lima y como tal no puede resolver el
problema central (el tren eléctrico atiende a lo más a otro 4%). Es más,
actualmente ya no es viable plantear corredores segregados adicionales como el
Metropolitano en Lima porque está en marcha la construcción del sistema de
metros por parte del gobierno central. Para resolver el problema del 90%
restante de los 13 millones de viajes, lo responsable era (y es) apostar por el
sistema de corredores complementarios y de integración con buses de gran tamaño
como la columna vertebral del sistema para sacar a Lima del caos del
transporte. Y eso es lo que iniciamos.
La Reforma está orientada conectar todos
los sub-sistemas (metro, segregados, complementarios y rutas de integración) en
un solo sistema integrado. Pero sobre todo, su mayor apuesta es por crear
consorcios empresariales de escala operativa adecuada y eliminar el nefasto
esquema comisionista-afiliador que es la base del desorden y una buena parte de
las muertes y contaminación en las calles de Lima. Esta es la esencia de
la Reforma del Transporte que tanto ha costado iniciar en Lima, enfrentando diez
paros promovidos por los intereses afectados (Orión y otros). Esta es la Reforma que hoy la gestión
castañedista se empeña en negar, y más grave aún, ha empezado a demoler pese a
que contó y cuenta con amplio respaldo de la ciudadanía.
Lo que vemos es una gestión Castañeda con
sed de venganza y con la ceguera y soberbia propia de políticos inmaduros
incapaces de deponer sus emociones o rencillas en favor de los intereses
colectivos de nuestra ciudad. El brutal desmontaje que está haciendo de
toda la Reforma del Transporte es un grave atentado contra Lima y nos hará
retroceder más de una década sin ninguna duda. Más aún, impedirá hacer
cambios significativos en materia de transporte por mucho tiempo. Ningún
inversionista serio, y ningún transportista de buena fe querrá saber más de
reformas de transporte en nuestra ciudad. Por el bien de Lima, ojalá Castañeda enmiende,
nunca es tarde, aunque parece que la sabiduría y la visión de futuro no son el
fuerte del re-electo alcalde y sus correligionarios.
* Escribe Eduardo Zegarra, Ex teniente alcalde de Lima
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