11 feb 2013

Carlos Tovar: “Las combis y la política combi están contra Susana Villarán”

Arquitecto, escritor y caricaturista. Sus trabajos se han publicado en las revistas El Idiota Ilustrado y en Monos y Monadas. Actualmente publica una caricatura diaria en La República, en la que expresa su agudo punto de vista sobre nuestra política.

Por: Emilio Camacho
Fotos: Ana Castañeda
A Carlos Tovar no le creen cuando dice que él es Carlín. La gente lo mira con desconfianza. El hombre que revienta a nuestra clase política a punta de caricaturas es un hombre serio, demasiado. Pero también puede reírse, sobre todo cuando les toma el pelo a los periodistas (como este servidor) que lo entrevistan.

¿Eres una persona que disfruta Lima o padece Lima?
Las dos cosas: la disfruto y la padezco. Me he tratado de acomodar para padecer lo menos posible, y he tardado un poquito en aprender qué es lo que debo hacer, y cuando digo un poquito me refiero a unos 20 o 30 años. Antes vivía en La Molina, y esa es una forma excelente de padecer Lima si es que todos los días debes ir al centro, y además dejar a los hijos en el colegio. He debido quemar años de juventud y un par de carros en esos trayectos.

Ahora, cuando uno hablaba de la informalidad en el transporte público se lo achacaba a la “cultura combi”, pero hace poco vi en tu cuenta de Facebook que hablabas de la “cultura camionetón”.
Eso no lo dije yo, lo dijo Alejandra Alayza, pero es la pura verdad. Esto es algo que he estado viendo desde hace tiempo, lo de la “cultura camionetón”, que es igual a la “cultura combi”. Te meto el camionetón, te cierro con el camionetón, me cuadro donde me da la gana y actúo como dueño del camionetón, incluso cuando voy a pie.

Es una manera distinta de achoramiento.
Claro, es achoramiento. Son gente muy malcriada, prepotente. Me contaron que en Europa son mal vistos. En París te pueden increpar por qué andas en tremenda camioneta que contamina tres o cuatro veces más que un auto, que ocupa más espacio y consume más combustible. Además que esas camionetas 4x4 son para rutas de aventura, para el campo, no para que las señoras vayan a Wong. Es nefasto, pero no tanto como las combis, que son el problema número 1.

En una ilustración de Errar es urbano, tu último libro, comparas a las empresas informales de transporte urbano con los partidos políticos, que repiten el mismo esquema y el mismo lema: me pagas un cupo y entras a la ruta o entras a la lista...
Sí pues, ese es el primer dibujo del libro y es un tema que a mí me interesa muchísimo. El ser humano tiene una facilidad especial para no querer ver la causa de las cosas. Cuando preguntan “qué se debe hacer con las combis”, responden “hay que educarlos”. Dicen: “Esta gente es malcriada y por eso actúa así”. No, no se trata de educación. Son las reglas que se han puesto. Ellos saben que van a ganar de acuerdo con la cantidad de pasajes que vendan, por eso compiten con los de su misma ruta. Y estos choferes dependen de empresas cascarón, que obtienen una licencia y cobran a los que quieran entrar a su ruta. Cobran sin trabajar, para que sus choferes se maten entre ellos. Pasa lo mismo con los partidos políticos, gracias al voto preferencial. La primera persona que reconoció eso fue Beto Kouri cuando dijo en un vladivideo: “Esto es una inversión” (refiriéndose a sus gastos de campaña). Es lógico, él ya se había dado cuenta. El partido político es un cascarón, una fachada que no sirve para nada y que no tiene ideología y, si la tiene, la tiene bien guardadita. Cuando menos personas estén en el cogollo, el negocio funciona mejor. Por eso, poco a poco, unos van desalentando a los demás y se apoderan de la cúpula. Ellos son los que manejan el negocio del partido y rematan los cupos.

Cuando veía esa ilustración no podía dejar de pensar: Estos, transportistas y políticos, son los dos grupos que apoyan la revocatoria de Susana Villarán.
Sí pues. Las combis y la política combi están contra Villarán. Y no sé cómo podría arreglarse esto. Un sistema político como este va a colapsar, va a terminar en el descrédito. Creen que van a resolver el problema con sanciones. “Revocatoria para congresistas”, dice el señor (Alan) García, quien es un experto en proponer ideas nefastas.

Él también habla de no reelección de congresistas. ¿Esa propuesta no resulta inútil dado el bajo índice de reelección congresal?
No solo es inútil, es perversa. Los congresistas reelectos son los únicos decentes, hay que decirlo. No protagonizan escándalos. Qué escándalos han protagonizado García Belaunde, Bedoya...

O Mulder.
Sí, claro, Mulder también. Te aseguro que de diez congresistas reelectos, nueve son honrados y no protagonizan escándalos. ¿Han robado cable o tienen prostíbulos? No.

Digamos que mantienen sus apellidos, no se les conoce por apodos como 'Robacable' o 'Comeoro'.
Claro, los peores son los novatos. Pero García se aprovecha de esa tontería del sentido común, de ese lema que dice: “Para la próxima que se vayan todos y que vengan otros”. Creen que los nuevos van a ser mejores. Es igual cuando dicen que “cualquiera que venga detrás de Villarán lo va a hacer mejor”. La prueba de que eso no es así es que el Congreso cada vez está peor.

Las frases que se han dicho entre revocadores y antirrevocadores son: “pituco, blanquiñoso, nuevos ricos horrorosos”. Con este nivel de debate o de aparente debate, ¿es fácil dibujar el escenario de la revocatoria?
Bueno, las épocas electorales son para mí las más fáciles, hay ideas todos los días, me hacen el trabajo. Kenji Fujimori, cuando salió con su planito de los ambientes que ocupa su padre, me hizo casi toda la caricatura. Hay más material en época electoral, no puedo quejarme.

¿Le agradeces a Kenji?
Les agradezco a todos mis colaboradores, los congresistas, que son más de 100, y a los ministros. Bueno, no todos los congresistas colaboran, pero sí la mayoría.

¿Quiénes no colaboran?
Los que no andan en escándalos, los que no son dueños de prostíbulos.

Los que Alan García quiere sacar.
Bueno, sí pues, esos no colaboran conmigo y probablemente tampoco colaborarían con él.

¿Alguna vez te has sentido discriminado?
No. Yo siento que estoy ubicado socialmente en un sector que es discriminador.

¿Y no sientes que hay una discriminación a la inversa?
Pero, por favor, qué padecimiento te genera que una vez te digan blanquiñoso en el Facebook. Del otro lado la discriminación es terrible. ¿No te acuerdas de estos chicos que vinieron a Miraflores en moto y terminaron convertidos en la banda de ‘Los Malditos de Larcomar’, solo por su aspecto? Que eso le pase a una persona es espantoso. Yo sé que a mí no me puede pasar, ni a ti tampoco, pero hay gente que lo padece, y eso es horroroso.

Ahora que hablabas de Alan García, recuerdo que una vez dijiste que todas las personas a las que dibujas te causan gracia, a pesar de las cosas que hacen, excepto García, que te da acidez. Pues bien, esta semana ha vuelto a la escena política.
Pero fíjate con qué cosa vuelve, con algo que le podría costar mucho a Lima. Dos años de parálisis y de retroceso, porque es obvio que la reforma del transporte y lo de La Parada podrían quedar en nada con la revocatoria. Pero eso a él no le importa. En su cabecita hay otro esquema.

No te cae nadita Alan García.
Jamás me cayó. Hasta ahora no puedo terminar de creer que lo hayan elegido dos veces presidente. La primera vez no pensé que lo elegirían.

Y ese era otro Alan García, con otras ideas.
Bueno, nunca le creí nada. Él tiene una especie de discurso hueco, que se adapta a la circunstancia. Tiene el don de la oratoria y va a decir lo que le conviene en cada momento. No es más que un orador.

Has dibujado hace poco a Luis Castañeda como el Gollum de El Señor de los Anillos que acecha a Susana Villarán. ¿Eso no ha sido un exceso? Un exceso para Gollum digo.
(Sonríe). No, no. Yo dibujo a personajes ficticios. Yo no le pongo nombre a ese personaje.

El presidente no habla mucho, ¿eso te ayuda en el trabajo?
No, no ayuda mucho.

Siempre lo dibujas con una sonrisa un poco avergonzada.
Él tiene una sonrisa un poco ingenua, pero no me parece tan ingenuo como trata de parecer.

¿No hay que subestimar al presidente?
Bueno, no en el sentido de que es una lumbrera, pero sí en el sentido de que sabe capitalizar las cosas a su favor. Él capitaliza el propio trabajo de su esposa.

¿Te divierte dibujar a algún personaje de la política?
Sí me divierte dibujar, no tanto por los personajes, pero también se padece en el trabajo. Hay días que quisiera estar en la playa pero debo venir al estudio. Algunas personas podrían decir que soy un malagradecido, que trabajo en lo que me gusta, pero un trabajo no deja de ser un trabajo.

¿Sigues a algún humorista o a algún caricaturista?
No tengo muchos humoristas a los que leer; a veces leía las columnas de Bayly.

En las que hablaba de sí mismo.
Claro, pero ya no lo leo tanto, desde que se convirtió en un sicario mediático. Bueno, leo literatura que tiene humor.

¿A quién?
A Borges por ejemplo.

Es un humor casi británico.
Que es uno de los mejores del mundo, dicho sea de paso.

Claro, es un humor en el que no hay carcajadas pero sí ironía.
Ah claro, ese es humor. El humor no es carcajada, eso es la comicidad. La comicidad es fácil, está en todos lados, es hasta involuntaria, pero el humor es una cosa que se cultiva, es una actitud. Además veo mucha comedia. La última que estoy viendo es una de Larry David, que es el creador de Seinfeld. Y todavía sigo viendo Seinfeld, me quedan 60 capítulos por ver. Otro comediante que me gusta es Ricky Gervais, que también es inglés.

Eres un hombre serio. ¿No te ha pasado que la gente espera de ti otro perfil?
Totalmente, claro. Me lo dicen en mi cara.

¿Cómo te lo han dicho?
Bueno, algunos se lo comentan a otra persona y ellos me lo dicen. “Dicen que tú no pareces Carlín”. O a veces me preguntan quién me da las ideas, cómo es la cosa. Y yo también les tomo el pelo. Les digo que compro las ideas a un tipo que vive a la vuelta o que compro las ideas para las caricaturas en el Mercado Central (sonríe).

La gente debe estar esperando que lances un chiste.
Sí pues, es la diferencia entre humor y comicidad. Los humoristas gráficos no somos nada graciosos. Una vez en el programa de (Marco Aurelio) Denegri, alguien comentó que fue a un congreso de humoristas gráficos y que esa era la cosa más triste que había (se ríe).

Tú no tienes facilidad para contar chistes, ¿verdad?
No, en absoluto. Puedo contar bromas ante mis amigos y debo decir, para satisfacción mía, que los he hecho llorar de risa. Pero ese es un estilo de amigos. De chico me fascinaban los chistes, pero ya me aburrieron. Eso de “te cuento un chiste” es detestable. 

He leído que has expuesto tu idea de reducir a cuatro horas la jornada laboral en varios sindicatos y que has tenido mucha receptividad. ¿Te han propuesto exponer lo mismo entre empresarios?
No, pero lo haría encantando; qué hay que hacer.

Hay que convencer a la Confiep entonces.
Claro. Yo lo haría. De donde me llamaron es del ejército, de un centro de capacitación que está en La Molina. Me ofrecieron mil dólares para dar una conferencia sobre las 4 horas de trabajo a 140 oficiales. Yo les respondí que no cobraba, pero insistieron. “Acá tenemos que pagarle porque si no van a pensar que alguien se ha agarrado esa plata”, me dijeron. Igual no pude, se me cruzaba con un trabajo. Pero me pareció interesante.

¿Ya no tienes conversaciones con el fantasma de Marx, o las sigues teniendo?
Bueno, en el prólogo de la segunda edición de Habla el viejo (el libro en el que se reproducen los diálogos de Carlín con el fantasma de Carlos Marx, y en los que se exponen los fundamentos de la propuesta de la jornada laboral de 4 horas), he contado que el fantasma me ha abandonado a pesar de que me persiguió mucho tiempo, hasta en sueños. Tal vez ya cumplió sus encargos y por eso me ha abandonado. O piensa que ya cumplí o que no doy para más, que tengo demasiadas limitaciones (sonríe).

Pero a lo mejor es bueno que ya no te busque. En el libro hay momentos de tensión: Marx te llama cobarde y pequeño burgués por no estar dispuesto a cumplir con sus encargos.
Sí pues. Fue muy imperativo, me acechaba hasta en sueños.

¿Y nadie se te ha acercado a decirte: Carlos, nadie puede hablar con los muertos?
No, lo peor es que un materialista dialéctico hable con un muerto. Eso me lo dijo Pepe Adolph. “Lo que más me ha gustado de tu libro es que has entrevistado a un fantasma materialista y dialéctico” (se ríe).

¿Dirías que eres un caricaturista  que trabaja unas horas para llenar la olla pero un marxista a tiempo completo?
No, desgraciadamente no puedo dedicarme a tiempo completo al marxismo: primero, porque no me pagan para ello y, luego, porque no tengo tiempo. Ahora estoy escribiendo otro libro sobre el tema pero no avanzo, siempre sale algo, una entrevista, lo que sea (sonríe).

Perdón.
No, no (sigue sonriendo). Es una broma. Pero en verdad el día se  te va en mil cosas.

Alguna vez dijiste que te inspirabas en ollas y sartenes para dibujar a tus personajes, y mencionaste el caso concreto de Keiko Fujimori. ¿Te sigue pasando? ¿Te inspiras en utensilios de cocina?
Esa pregunta quiere parecer ingenua. Yo sí lo mencioné pero solo para un caso, el de Keiko, porque tenía problemas para dibujarla. No es que me inspire en ollas y sartenes siempre. Yo tengo un libro para caricaturistas en el que les digo que se pueden ayudar por tipos de animales, y en el que clasifico a la gente según algunas especies.

¿Alan García qué sería según tu clasificación?
Él es roedor, como yo; en eso sí somos de la misma familia. Hay roedores enormes y cachetones como la marmota, y otros como yo que son más magros. Los dos somos roedores.

¿El presidente encaja en alguna especie animal?
No lo he pensado, pero me parece que también es roedor.

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